jueves, 16 de julio de 2020


M i c h o

El gato gris no tiene siete vidas, es un gran mito.

La canción de la radio sonaba muy baja, era una vieja canción española que tenía una suave y armoniosa melodía.

     El gato gris no tiene siete vidas, se pasea desfachatado por la pequeña orilla creyendo que las tiene. Su fastuosidad y elegancia son su castigo. Alguien entra silencioso al departamento, apaga la radio, va a la cocina y se comienza a servir agua en un vaso que cae súbitamente en el mosaico.

¡Un sonido estruendoso y seco!

La gallardía del gato gris cayendo por los aires, moviendo su suave pelaje. Nueve pisos de caída libre.
El gato gris no tiene siete vidas. Es un gran mito.

jueves, 9 de julio de 2020



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A partir de la pandemia muchas cosas han cambiado, se han transformado o mutado; sin embargo, en una simple hojeada a situaciones ocurridas los últimos días, he pensado mucho en cómo estamos tan limitados en la crítica social, es como si fuéramos de esos caballos trotando y con una máscara que no permite ver más que al frente e imposibilita su mirada periférica.

 Damos por sentadas muchas cosas y asumimos otras que no son, vulneramos a los otros al no visibilizar sus acciones y, por tanto, presumimos de coherentes, verdaderos, buena onda y certeros.

 Un ejemplo lo tenemos en cómo se ha criticado la visita de Obrador a Estados Unidos, qué labor para crear discursos que no hacen más que seguir abriendo la gran brecha oscura y violenta de donde no hemos podido salir; por qué no miramos la caída de la “GRAN VERDAD HISTÓRICA” sobre los desaparecidos de Ayotzinapa, se ha abierto ante nosotros una esperanza, una luz dentro de esta podredumbre de política que nos ha carcomido durante muchos años.

 Veo noticias, leo periódicos, reviso las redes y qué encuentro, críticas que se sostienen en un hilo de papel. No, así como no somos clase media, tampoco, y mucho menos, somos empáticos, más aún, somos caricaturescamente crueles y subordinados. Creemos que somos también correctos, hablamos de moralidad y nos regocijamos en la mierda.

 Pensar en las familias de los desaparecidos no solamente de Ayotzinapa, también en esos cuerpos enterrados y olvidados de Pasta de Conchos, en las mujeres desaparecidas y/o asesinadas de las maneras más atroces y crueles, en los pequeños de la guardería ABC; solo tratar de ponerme en el lugar de sus familias me da un escalofrío que llega hasta los huesos.

 Seguimos caminando de la misma manera, no hemos cambiado de suelas y dudo que podamos hacerlo después de todo esto, la esperanza de encontrar no una verdad, sino de no sucumbir ante la desaparición de alguien y morir durante su búsqueda, es ya algo alentador.

Encuentran restos de uno de los 43 normalistas de Ayotzinapa; no ...